Catwoman
Sr. Nuevo Guionista
Marvel
Donde quiera que se encuentren
Mi ya estimado aunque casi desconocido autor:
Ahora que has rasgado el sobre sin remite y comienzas a leer mis palabras, ya no hay vuelta atrás. Voy a contarte, querido guionista, algo que ninguno de tus antecesores supo. Algo que no sabe ningún mortal, aunque alguno de vosotros lo ha intuido, incluso ha tenido casi la seguridad, pero… ¡Ah, la soberbia, el peor enemigo del escritor! Esa vieja dama nunca os ha dejado reconocer la certeza que había ante vuestros ojos.
Sí, seguro que tú, como casi todos los que te precedieron, has sentido alguna vez cómo tus personajes cobraban vida; o cómo, en sueños, te susurraban la siguiente viñeta de aquello que escribías; cómo se negaban a adaptarse al estrecho traje en que querías enfundarlos, o cambiaban de humor, de amante o de destino. Y seguro que tú, también, sonreías con suficiencia: era tu imaginación, tu creatividad, el don que, incluso en esos sueños, dictaba tus palabras, tus frases y tus párrafos. Como ahora, momento en que tus cejas se relajan y te preguntas qué loco, qué envidioso o qué bromista te envía estas palabras.
Pero no… y vas a comprobarlo. Dime: ¿quién sabe, además de tu editor, que has sido elegido para escribir mi próxima aventura? ¿Acaso él te está poniendo a prueba? ¿Qué sentido tendrían estas palabras en su boca? Justo ahora, una leve sequedad invade tu garganta. Aunque aún es apenas perceptible, tu latido se ha acelerado. Sabes que es cierto, que tu editor no puede ser el autor de estas letras, y te preguntas, y voy a contestarte: —Sí, soy yo. Tu personaje. La auténtica Catwoman.
Te has sentido tentado de arrugar estos folios y arrojarlos a la papelera de rejilla, ¿no es cierto? De nuevo tu soberbia se interpone entre nosotros y te impide creerme. Está bien, yo te comprendo. No en vano he convivido ya con unos cuantos de vosotros. Desde… desde el año 1940, exactamente, y he perdido la cuenta de cuántos habéis sido. Recuerdo, por supuesto, a Bill y Bob, mis auténticos padres en vuestro universo paralelo de tinta y papel. Entre la primavera y el otoño de aquel año, no me quedó más remedio que seguir su juego, robar joyas disfrazada de anciana, enamorarme del tipo de la máscara y adaptarme a ser una heroína con superpoderes. Poco a poco, ellos creyeron dotarme de la fuerza, el alma y la historia necesaria para ser la auténtica protagonista que necesitaban, sin saber que yo misma, por supuesto, manejaba los hilos y decidía mi destino. ¿Cómo, si no, habría imaginado nadie que podía coexistir en varios mundos simultáneos? Esto, que para mí es lo habitual —ahora mismo disfruto de una apacible vejez en mi universo de referencia, desde donde te escribo—, bajo mi influencia, les permitió a tus antecesores crear Tierra-1 y Tierra-2, hasta que me cansé del juego y le di fin con la Crisis en Tierras infinitas.
Recuerdo con especial cariño también a Frank. Con él descubrí (y a él le susurré) un nuevo universo infinitamente más depravado y divertido. La nuestra ha sido una larga relación, con sus rupturas y reconciliaciones. Aún, de vez en cuando y por los viejos tiempos, me permito chasquear mi látigo para su placer. Sólo porque soy una sentimental, lo reconozco. No estoy ya para muchas bromas: recuerda que nací hace casi setenta años, y no lo hice como bebé, sino como una mujer hecha y derecha, con edad para ser lo que vosotros llamáis una sex-symbol.
Pero tú ya te has empapado, en estas últimas semanas, de mis orígenes. Incluso has intentado entender, con tu libro de física, esto de los universos paralelos, la teoría de cuerdas y las diez, once, veintiséis —¿por cuántas vais?— dimensiones de la supersimetría. Vano intento, mi joven y nuevo autor: estáis muy lejos de alcanzar aún la Teoría del Todo, por suerte para vosotros. Si llegase ese día, amigo mío, la soberbia desaparecería de vuestros espíritus. Pero es más probable que acabéis mucho antes con vuestro universo contaminado y fratricida.
La cuestión, querido, es que desde el mismo momento en que comenzó a vibrar la membrana que conecta nuestras dimensiones (por decirlo de un modo que puedas entender), decidí que no: que ni tú ni nadie va a volver a dotarme de agilidad felina ni de unas tetas perfectas; que mi látigo está olvidado en el polvoriento baúl del trastero; que el impresentable del murciélago me provoca náuseas, por no hablar del pobrecito Robin, que se pasa la vida empastillado intentando elegir entre sus múltiples personalidades y las distintas realidades alternativas por las que se ha visto obligado a transitar como un hermafrodita, andrógino, transexual y asexuado Peter Pan. Ven, pequeño escritorzuelo, vamos a negociar el cómo, pero ni en sueños te plantees volver a lanzarme por tejados resbaladizos y oscuros.
Yo te ofrezco un traslado instantáneo e indoloro al multiuniverso que elijas. Dime cuáles son tus condiciones: ¿fama, dinero, poder? Para mí es tan fácil cumplirlas como en el mundo de las hadas de tus cuentos infantiles. Asómate a la ventana, observa el cielo sin brillo por la contaminación lumínica que provocáis. Ahora. Cierra los ojos un segundo. Así. Vuelve a abrirlos, señor guionista: ¿tienes palabras para definir los mundos infinitos que pueblan mi universo? ¿Imaginas siquiera lo que saldría de tu teclado con lo que has visto en tan sólo estos segundos? Yo te doy una noche eterna, el tiempo en tus manos como una dimensión maleable a tu antojo, para crear la última historia de Catwoman. Sí, podrás cumplir el contrato con tu editor.
Y después, apretaremos juntos el botón que reventará tu asqueroso universo, porque eso es lo que yo he escrito en mi guión. Y sí, autor de pacotilla, entiéndelo de una vez y para siempre: no sois vosotros quienes manejáis los hilos. Efectivamente, nosotros, a quienes llamáis «los personajes», somos en realidad los titiriteros de vuestra pequeña y miserable realidad.
Sin acritud, tesoro, aunque estés ya prendiendo con el mechero la esquina de estos folios, se despide de ti, afectuosamente.
Selina Kyle, Catwoman
Este relato obtuvo el 2º Premio del VII Concurso Literario La Puebla de Alfindén, con el tema de La fantasía, en el año 2014 y está recogido en el libro del X aniversario del Concurso Epistolar, editado recientemente.