Hier kommt die Sonne(*)

 Le faltan tres fronteras. Eins, zwei, drei(**). Luego decidirá.

Moaed se retira de la cámara, se aleja del micrófono, pide perdón al periodista. Moaed huye de la guerra y repite un estribillo de ritmo machacón. Hier kommt die Sonne, dice. La voz se le ha desgajado en sollozos. Ha mentido a su madre al teléfono, le ha dicho que está bien. No quiere que sufra por él. Se seca las lágrimas y hace sonar de nuevo la canción en su móvil. Hier kommt die Sonne, insiste. Es su himno, su apoyo, su acicate para dar un paso más, para aguantar un día más. Sonne, la canción que le acompaña desde Siria. Con ella ha aprendido a contar hasta nueve: Eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs, sieben, acht, neun. Moaed cuenta sus pasos, cuenta a su gente, cuenta estrellas, cuenta fronteras.

Cruzó Turquía contando noches. Cruzó el Egeo en un ferry, desde Kos hasta el Pireo bajo la luna, bajo el sol. Hier kommt die Sonne. Está en Europa. El paisaje griego desaparece hacia atrás en la ventanilla del autobús.

Un poco más de hambre, un poco más de frío. La noche oscurece Idomeni, al norte de Grecia. Las vías del tren se unen en el horizonte. Hay que seguirlas, dicen, bruscos, los policías, hasta Gevgelija, la primera ciudad macedonia. Allí les darán refugio, comida, agua. Quizá un techo para dormir. Pero antes habrá que hacer cola. Para enseñar la documentación, para recibir una manta, unos zapatos. Para ducharse. Hier kommt die Sonne, una ducha es un milagro.

Moaed acabó Económicas en su país, pero eso no sirve para cruzar verjas. No le da ningún derecho ante la policía, ni ante la lluvia, el frío o la nieve. Pertenece al mismo ganado, indistinto a quienes lo acompañan, la mayoría hombres, pocas mujeres, algunos niños. Habla bastante inglés, y cuenta hasta nueve en alemán. Entrega su botella de agua a una criatura solitaria de mirada febril con dos coletas apretadas de rizos. Hier kommt die Sonne, le canturrea. La niña sonríe apenas, aunque ya no se despegará de él. Quizá era la que llenaba la pasada noche de sollozos. Después, habrá que tener paciencia ante las filas interminables, frente a la próxima verja, o para recibir agua, galletas, unas botas con las que seguir caminando, subiendo a un tren, a otro autobús, buscando un sitio donde echar una cabezada en el campo de refugiados. Dormir, soñar. Hier kommt die Sonne.

Te cargan. Te descargan. Te agrupan. Te ordenan. Los enfermos quedaron atrás. Te llevan. Sigue caminando. Les faltan dos fronteras. Eins, zwei. Luego decidirá.

La niña de los rizos, con el cabello limpio y brillante recogido en dos nuevas coletas recién hechas, guarda fila con él, la pequeña mano en la suya, ante el servicio médico. Ya casi es su turno. Una mujer joven que lleva un bebé en brazos les precede. Los niños primero. Hay muchas más personas detrás, la espera siempre es larga. Dentro del consultorio, hombres y mujeres —ellas son blancas, limpias, Hier kommt die Sonne— hablan con los niños, les sonríen y les dan leche, comida, incluso caramelos. Son voluntarios griegos, alemanes, suecos, franceses, españoles, austriacos. Europeos. Tienen vendas, inyecciones, pastillas, jarabe. Huele a antiséptico. Le limpian la herida del pie a la pequeña, le ponen un apósito nuevo y le regalan lazos para las coletas, sonrisas azules, rojas, amarillas. Hay una pantalla de televisión en la que se ven trenes, policías, voluntarios, heridos, vallas, nieve, periodistas. De pronto, Moaed se descubre a sí mismo hablando a su madre por teléfono, ante la cámara. Se señala, ríe, levanta en brazos a la niña, que también ríe por fin. Luego, se ve a sí mismo llorar y romperse en la pantalla. Le da volumen al móvil y suena Sonne. La niña baila en sus brazos. Moaed ha aprendido a contar hasta nueve, a decir sol, noche, estrellas. Les falta una frontera. Eins. Luego decidirán. Hier kommt die Sonne. Sie ist der hellste Stern von allen (***).            

               El 12 de septiembre de 2015 se emitía el vídeo en el que aparecía Moaed entre otros refugiados (Fuente: El País). El 13 se comunicó la decisión del ministro del Interior alemán, Thomas de Maiziere, de restablecer los controles fronterizos con Austria para «detener el flujo de inmigrantes y volver a un proceso ordenado» (Fuente: La Razón).

(*) Aquí viene el Sol.

(**) Uno, dos, tres.

(***) Es la estrella más luminosa de todas.   

La fuerza de «Sonne» («sol» en alemán), del grupo Rammstein, arrastra, empuja, levanta. Cuenta del uno al diez, hacia adelante. Nunca es una cuenta atrás, es un impulso. Aquí viene el sol, vamos, no puedes parar ahora. No importa lo que diga en su endiablado idioma, cuenta hasta diez una vez más, el sol brilla en mis ojos. Adelante, siempre otro paso más, vas a alcanzar tu meta, eres una estrella.

 
 

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